METALLICA, segunda noche en Madrid, ¿digno envejecimiento del lobo?
La venida de METALLICA a España en dos fechas (en la capital, y otra en Barcelona mañana) es suficiente motivo para ofreceros crónica de ambos días. Además, nos apetecía mucho jugar a dar dos visiones, aparte del mero hecho de relatar ambos días en Madrid, con una primera reseña más decepcionante del sábado (donde la banda estuvo menos fina también, las cosas como son) y otra más positiva del lunes.
Leer ambas y comparar, si os apetece… o sencillamente aquí tenemos nuestra visión, desde dos puntos de vista, de lo que ha sido la nueva visita a Madrid de METALLICA a nuestro país.
METALLICA: Wizink Center (Madrid – 5-2-2018)
¿Cómo estará envejeciendo METALLICA? ¿Qué me voy a encontrar en su versión de 2018? Éstas, y no otras, son las dos preguntas claves que un espectador tendría que hacerse con la entrada en la mano de uno de esos ídolos que fue referente en los primeros noventa. Después de apartar el ruido de todo lo que leí sobre el concierto de METALLICA el primer día en Madrid, y muy poco bueno, me di cuenta de que ninguna crónica terminaba de responderme a la primera pregunta. Los de Hetfield ya hace tiempo que peinan canas, lo sabemos todos, pero, aún así, continúan las absurdas comparaciones con actuaciones de los San Francisco hace más de veinte años.
Yo quise ver si los METALLICA canosos por dentro y recauchutados por fuera son capaces de defender su propio trono. Quería comprobar cuánto les pesa su corona. Entré al Wizink con los primeros compases de la eterna intro de la banda “The Ecstasy Of Gold”, mientras comenzaban a verse en los cubos fragmentos de “El bueno, el feo y el malo”, cubos móviles que, a la postre, fueron los grandes protagonistas visuales de la noche, coronando un suelo completamente diáfano donde los cuatro jinetes pudieron moverse con total libertad. Situado el escenario en el centro del recinto, el público pudo disfrutar de la descarga sin problemas, ya que, por una vez, las zonas de visibilidad reducida desaparecían del plano por pura lógica.
A vista rápida, dos públicos: Los de toda la vida, ansiosos y esperando para gritar las letras de sus clásicos, y una no menos nutrida cantidad de público de los de “voy a pasar el rato, me saco la foto y luego cuento que he estado”. Ya lo viví en HELLOWEEN y aquí fue mucho más patente. Lo diré sin paños calientes, este tipo de público me jode, y cada vez más.
Corrillos enormes de sujetos ajenos a la banda y a su historia, a la búsqueda del término “influencer”, o como se llame, posteando, mirando mensajes, tirándose fotos, haciendo videos, haciendo de todo, menos mirar con ojos brillantes a lo que tiene delante. Esto es lo que traen los precios de locura y las colas virtuales, que, en gran parte, los más rápidos, los más ricos, o los más listos, asisten a eventos, mientras que el verdadero fan se queda en casa. Haciendo caso omiso del eclético público que me rodeaba, centré mi atención sobre el epicentro de la tormenta que estaba por llegar.
Primeros compases del tema “Hardwired” en su versión de disco y, ¡pum!, saltan los hombres de negro, o casi, a escena. Ovación sonada, acompañando a un sonido que fue sobresaliente durante toda la descarga. Respiro hondo, Hetfield ataca los primeros versos y escucho que anda más que correcto de la voz, (su presencia y su garganta e casi la única marca de la casa que casi le queda al combo), Trujillo no para de moverse, y los cubos empiezan a hacer de las suyas y a lanzar proyecciones en sus cuatro costados.
Vas a escuchar la canción, vas a disfrutar, pero también vengo a responder a MI PREGUNTA y constato dos evidencias: Lars Ulrich sale a sobrevivir al show tirando de riñón y de descaro para tapar sin éxito un descontrol abrumador (cada vez más) de su instrumento. Inventa, reinventa y se recoloca en las canciones tras perderse, haciendo sudar tinta al resto de la banda. Hace tiempo que es así y ya no va a cambiar. La segunda cosa que me queda clara es que Hammet es más que correcto, pero tiene aire de músico contratado. No está su esencia, sus solos brutales de antaño, su comunicación con el respetable. Sale, hace lo suyo, no clava ni un solo y se va.
Sin pausa, luego habrá muchas, siguen con “Atlas Rise”, una tempranera “Seek & Destroy”, muy sosa para lo que solía ser este himno y “Harvester Of Sorrow”, parando revoluciones en “Fade To Black” (ndr: el sábado sonaron «Lepper Mesiah» y «Welcome home Sanitarium», que está bien que cambien temas de una fecha a otra). Calentado ya el ambiente, queda claro que la artillería pesada en cuando a trabajo visual acompaña a los temas nuevos, mientras que los clásicos se aderezan con imágenes más sencillas. En estos momentos del show METALLICA tienen el pescado vendido.
Avanzamos en la noche y se dejan en Madrid “Now That We’re Dead”, “Dream No More”, “Halo On Fire” y “Moth Into Flame”, (lo mejor de la noche con los drones simulando libélulas) de su última obra, resultando obvio que el montaje viene preparado para dar vida a su última pieza de estudio, y dejando claro que METALLICA vienen a presentar su máxima actualidad, representada en un redondo que ha gustado (como os contamos aquí en su momento). El setlist tuvo pocos clásicos, y yo lo agradecí. Llamadme raro, pero me pasa con todas las bandas. Quiero escuchar nuevo material, no temas antiguos que ya conozco hasta la saciedad. Los de San Francisco (EEUU) ahí estuvieron muy valientes. Les aplaudo.
Salpicando el vivo de “Hardwired To Selfdestruct”, cayeron las imprescindibles “For Whom the Bell Tolls”, “Creeping Death” (ndr: que tampoco cayó el sábado), “Sad But True”, “One” (destrozada por Ulrich en la zona de los míticos dobles bombos: directamente tocó lo que le salió de los huevos) “Master Of Puppets”, “Blackened” (ndr: otra grata sorpresa con respecto al sábado… que cayó «Fuel»), “Nothing Else Matters”, imprescindible, para acabar con “Enter Sandman”. La cosa quedó al cincuenta por ciento entre pasado y actualidad. Para mí fue suficiente. No quiero dejar sin anotar el detalle que se marcaron Trujillo y Hammet, versionando este día “Los roqueros van al infierno” de BARÓN ROJO.
La noche pasó rápida y fue muy disfrutable. Mirando a los intérpretes más allá de los temas, METALLICA estuvieron correctos, sin más, pero no mal, ni desastroso, ni tampoco alcanzarán ya glorias pasadas. ¿Alguno de los presentes lo dudaba? Llegaron hasta donde puede empujar James Hetfield con sus “somos la familia Metallica” y su “¿Estáis vivos?”, conscientes de que ese cuarteto agresivo, poderoso, peligroso e hiriente, se ha convertido en una versión edulcorada, amable y envejecida (y envejeciendo) de sí mismos. La interpretación y la presencia sigue estando ahí, y con ella tapan los huecos de los errores técnicos, el pasotismo de Hammet y la desesperación de Ulrich, al que su instrumento cada vez le vence más, si es que no le ha vencido ya.
¿Cómo está envejeciendo METALLICA pues? Pues eclipsando dignamente su propia historia y sin engañar a nadie. Tocan su verdad y luego uno decide. Clavando los pies en el suelo y estando más de dos horas encima de las tablas. Tampoco olvidemos eso. La bestia va envejeciendo y los dientes se van desgastando, pero creo que aún estamos ante un lobo al que se le escapan dentelladas para defenderse cuando puede.
METALLICA trajeron su sofisticado circo impregnando los minutos de actualidad y cumplieron, justos, pero cumplieron. ¿Valía cien euros lo que vimos? Ni de lejos. Escenario resultón, pero muy básico para lo que ya se estila por otros lares y unos músicos que salen a resistir el paso del tiempo. No me decepcionaron, pero tampoco consiguieron acercarme a sus canciones como antes. Será que somos más viejos nosotros también y llevamos muchos conciertos a las espaldas. Será que nada deslumbra ya. Será que casi lo hemos visto todo. Será que vivimos en el pasado y con el pasado. No lo sé. Será..
Texto: Javier Paredes (javier@redhardnheavy.com)
¿Nos metemos, para cerrar, en la magia de uno de los temas que sólo sonó el lunes?