Crónica de WILLIE NILE en Madrid
El jueves 16 de septiembre, con una entrada bastante aceptable en la sala Copérnico, actuaba un señor que, para mí, era un completo desconocido. Y aún así me encantó descubrirlo y disfrutarlo. ¡Os lo contamos y mostramos!
WILLIE NILE – Sala Copérnico (Madrid), Jueves 16 de septiembre de 2022
La verdad, debo confesar que llegué completamente “virgen” a este concierto. Hacía falta alguien, escuché 3 temas, me gustaron y… p’adelante. Lo pongo porque es muy posible que a muchos os pase lo mismo: ¿quién carajo es Willie Nile? Pues ya estáis tardando en descubrirle… Porque después de este concierto sólo puedo preguntarme… ¿Qué estoy haciendo con mi vida?
¿Cómo es posible que, siendo el rock americano tipo Bruce Springsteen, Tom Petty, JJ Cale… de mis géneros favoritos, no conociese a Willie Nile? Por lo que me contaban, este hombre lo tenía todo para ser un grande, para llenar estadios, pero él prefiere las salas, la cercanía con la gente. Y desde luego, después de escuchar sus canciones, sus letras, y especialmente, después de verle en directo, doy fe de que lo tiene todo: Letras que no tienen nada que envidiar a Dylan o Lou Reed, y una energía en directo comparable a la de Springsteen… Willie Nile es muy grande.
La pena es que en esta, mi primera vez, no vino con su banda sino con unos acompañantes habituales: los asturianos Stormy Mondays. Aunque, la verdad, me parece difícilmente mejorable el enorme trabajo que hicieron Jorge Otero a la guitarra, Juanjo Zamorano al Bajo y Danny Montgomery (increíble su parecido con los malos de Fraguel Rock, los Goris) a la batería.
La verdad es que han pasado ya unos cuantos días y aún sigo flipando con este concierto. El carisma y la energía de Willie en directo es propio de los más grandes. Es increíble la capacidad de este neoyorquino de 74 años para conectar con el público, de encandilarnos desde el primer tema al último, eso es algo que muy pocos consiguen.
Desde el tema que abrió el concierto, “Forever Wild”, tema ideal para abrir un concierto de rock & roll, con su precioso estribillo coreado por toda la sala, me di cuenta de que iba a ser una noche memorable. Tras brindar con una copa de vino español, llegó el turno de “Run”, temazo muy rockero que fue la primera visita de la noche a un DISCAZO enorme llamado “House of the thousand guitars”. Si no conocéis a Willie, como yo hace unos días, es un disco excelente para empezar a enamoraros de él.
El arranque del concierto fue BRUTAL… Después de una breve introducción de Willie hablando con el público, algo que repitió durante toda la noche, llegó el que para mí fue de los mejores temas de la noche: “This is our time”, un tema tan divertido y fiestero que podría ser de los mismísimos STATUS QUO. Sin bajar el ritmo, poco después me encantó “All dressed up and no place to go”, tema casi fiestero como “This our time”, y a la vez con una letra comprometida (y divertida). Para corroborarlo, “Blood on your hands”, un medio tiempo muy stoniano con un buen estribillo en el que llama asesino a Donald Trump. ¡Que aprendan unos cuantos cantautores palizas!
Pero el momento culminante de la noche llegó cuando Willie soltó momentáneamente su guitarra y se sentó al teclado. Después de “Across the river”, una preciosa balada en la que Jorge Otero, sólido y elegante toda la noche acompañando a Willie, nos dejó con la boca abierta en un solo en el que se reencarnó en su cuerpo en el espíritu de Prince, llegó uno de esos momentos únicos, irrepetibles, que nunca olvidaré: la primera vez que escuché “Love is a train” en directo. No soy capaz de describirlo, solo puedo decir que aún tengo la carne de gallina al recordarlo, varios días después. ¡QUÉ PEDAZO DE CANCIÓN!
Después de eso, Willie volvió a la guitarra con una canción macarra y divertida que me recordaba al “Summertime blues” de Eddie Cochran, y más americana que una cheeseburguer en un Cadillac en el autocine: “New York at night”.
Poco a poco entrabamos en la recta final del concierto, con temas comprometidos de aires dylanianos como “The day the earth stood still” o “Children of Paradise”, presentados y explicados por un Willie muy cercano toda la noche. Pero aún había tiempo para otro temazo rockero impresionante, espectacular, el otro momento culminante de la noche: “House of the thousand guitars”, una canción que conocía por la versión de Springsteen. Que me perdone el Boss, pero no puede compararse con la original. Y sin bajar el ritmo cerró se teóricamente la noche con “One guitar”, algo más lenta, pero con un precioso y facilón estribillo coreado por toda la sala, entregada a Willie desde el comienzo.
Aún habría tiempo para un par de bises. “Heaven help the lonely” un viejo clásico, con otro bonito estribillo y un Jorge desatado en uno de los solos más rockeros de la noche. Y para cerrar, más fiesta gorda: un “New York is rockin’ ” que terminó convertido en “Madrid is rockin’ “, con toda sala bailando, saltando y coreando el nuevo estribillo.
Y así, tras casi 2 horas de actuación, se cerró una maravillosa noche de rock & roll americano en la conocí y me enamoré de Willie Nile.
Texto: Raúl Moreno / Fotos: Angeles Salmerón
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