HEART IN HAND: “A beautiful white” (Century Media)
Es curioso lo difícil que es encontrar información o reviews concisas en los medios de metal generalistas sobre las tendencias que más atraen a la “adolescencia” de nuestro movimiento. Parece que hay una pared que impide a los nuevos grupos de Metalcore, o Hardcore incluso, verse representados a sí mismos y a sus trabajos en estos medios que, por necesidades de inversión, centran su contenido en las bandas que tradicionalmente han generado expectación… e ingresos. Hasta ahí bien, pero a medias porque estos medios niegan una evidencia. Estas tendencias son el futuro, lo que disfrutan la retaguardia más joven de nuestro movimiento, y no se debe hacer caso omiso de esta realidad.
Y como veo importante arrojar luz sobre el futuro que le espera al metal como movimiento que se renueva y transforma continuamente, paso a presentar el interesante trabajo de los jóvenes metaleros HEART IN HAND… «A Beautiful White» es el nuevo disco de esta formación de melodic/hardcore metal. Dos conceptos que pueden contraponerse conceptualmente, cobran lógica y se unen en el sonido de esta banda que sigue todos los parámetros de la modernidad compositiva: gran capacidad de ejecución rítmica, casi matemática, sincopada y dinámica, aderezada con una guitarra lead que no cesa de dibujar formas, mientras se apoya en una sólida base. Se conjugan también otros elementos predominantes del estilo: una voz que grita, desgarrada, y un tono musical general melancólico, rabioso y decadente. En pocas palabras, creo que el Metalcore es una mezcla de rabia, desesperación y mala hostia, perfecto reflejo musical del sentimiento que deben albergar muchos jóvenes con la situación desastrosa y de futuro borroso que se observa en casi todas las sociedades hoy por hoy.
Con estas premisas, «A Beautiful White» ofrece lo que promete: «Mae» abre el disco de forma rápida y cañera, con la base rítmica cambiante y complicada, dirigida por el batería Sam Brennan y el bajista Gavin Thane, mientras los dibujos de guitarra de Ollie Wilson y Ed Hartwell sirven de lecho melancólico para que el vocalista Charlie Holmes se desgarre con el corazón en la mano. Lo que nos vamos a encontrar durante el resto del disco va a seguir estos parámetros, y es que, para bien o para mal, las nuevas tendencias suelen tener patrones muy cerrados de composición. Si, además, los temas son breves, las posibilidades para los cambios de escenario dentro de un mismo tema son improbables y, casi innecesarios. El corte «A Beautiful White» continúa por los mismos derroteros que el anterior: rítmicas variadas sobre bases de mucha dinámica y virtuosismo, albergando leads imparables que casan a la perfección con el desgarro existencial de Holmes.
«Colours And Chemicals» lleva el estilo a su extremo, con un comienzo trepidante a toda velocidad que enlaza enseguida con un verso lleno de cambios y obligados de bombo y guitarra. El paraje no cambia con «Crying Shame», «Poison Pen Letters», mucho más hardcoreta, o «Last Night» con contratiempos curiosos en la línea vocal. Decir también que la banda da destellos más melódicos y tristes en los breves pasajes de calma que introducen en los temas, que actúan a modo de contrapunto con la fiereza de las partes más brutales de los temas. Siguen transcurriendo las composiciones dentro de la fórmula como «New Years Eve», rápida y mortífera o «Never Again», todo un lujo de complejidad compositiva a nivel rítmico, y dentro del marco estilístico en el que nos movemos. «Jasmine» cierra este correcto disco, poniendo fin a la nueva aventura musical de HEART IN HAND.
Estilo complicado para los amantes de las tendencias más clásicas, para los que la nueva onda de Metalcore puede parecer agresiva y repetitiva, con escasa personalidad propia de bandas que pueden sonar muy parecidas, pero hay que realizar el acercamiento por necesario, y no olvidemos que estos estilos son fiel reflejo musical de los deseos y las carencias de nuestra juventud metalera. Vitalismo y decepción como dos caras de la misma moneda. Hay que pegar la oreja y atender. No queda otra.
Texto: Javier Paredes