Crónica de DEWOLFF con THE GRAND EAST en Madrid

700 aficionados al rock psicodélico y setentero abarrotamos la sala Mon hace unos días, para ver la doble fiesta que nos dieron THE GRAND EAST y, sobre todo, DEWOLFF. Los dos combos holandeses llenaron de calor y color la gélida y oscura noche madrileña. Recuperamos la crónica, que se nos quedó colgada, y os contamos cómo fue.

DEWOLFF + THE GRAND EAST, sala Mon, Madrid 23 de febrero de 2023

Algunos añoramos la música de hace unos años, pero al mismo tiempo nos encanta ver a bandas nuevas que no solo la recrean sino que la renuevan y la refrescan, para que en pleno siglo XXI siga funcionando casi igual que en el anterior. Habrá quien diga que, siendo justos, a día de hoy el rock psicodélico setentero es para minorías., al menos en nuestro país. Tal vez, pero por ahora la prueba de llenar una sala de tamaño, digamos mediano, quedó más que superada.

Los holandeses DEWOLFF, teloneados por sus compatriotas THE GRAND EAST, lograron llenar la sala Mon de Madrid el pasado jueves 23 de febrero. Incluso dejaron fuera a gente que lamentaba no poder asistir.  Fue una gran noche y os la contamos.

THE GRAND EAST

Salieron al escenario con mucha puntualidad. Lo primero que sorprendió, sin duda, fue el estilismo elegido para la ocasión. El teclista, el bajista y el batería iban enfundados en lo que parecían ser monos de trabajo, en color rojizo, (chándal) negro, y caqui, respectivamente. El guitarrista, con pantalón de color pastel y gorro de lana rojo. Y el cantante y gran protagonista de la actuación, como si acabara de salir de la playa en verano, con pantaloncito cortísimo y camisa floreada. O les perdieron las maletas en el viaje, o a ellos les pierde la originalidad.

The Grand East

La actuación duró menos de media hora, pero sin duda fue intensísima… El cantante Arthur Akkermans, presumiendo de una voz profunda y sonora, se mostró como un divertido chiflado, en contraste con la sobriedad de sus compañeros. Algunos estuvimos literalmente bajo sus pies, que casi constantemente se asomaban al borde del escenario, recibiendo algo de su sudor y temiendo que nos cayera encima. La locura, que hasta ese momento había consistido en bromas frecuentes y algunos movimientos obscenos, llegó al extremo cuando se convirtió en Moisés, dividiendo la marea en dos partes, y correteando y hasta revolcándose sin pudor por el suelo, en medio del público.

Pero no todo fue locura y salvajada. Los cinco músicos, algo hacinados en el escenario y desconocidos hasta ese momento para casi todos los presentes, dejaron muy buen sabor de boca con su particular fiesta retro, con algo de timidez en los gestos por parte de los músicos, pero sonando con mucha intensidad, especialmente en los solos del guitarrista, y, en cierto momento, del teclista. Combinaron canciones de sus dos discos, “Movano Camerata” (2016) y “What A Man” (2018), además de tocar un par de temas nuevos.

Tanto gustaron que el público pidió más, tan a gusto estaba la banda que intentó que les dejaran dar más, pero no pudo ser. Acabó con nuestras sonrisas de oreja a oreja y nuestra ovación, y con el agradecimiento sincero de los holandeses. Habrá que esperar a que vuelvan con más tiempo y más frenesí.

Galería de fotos de THE GRAND EAST en Madrid en este enlace.

DEWOLFF

Casi se pasaron de puntualidad. De hecho, según mi reloj, aún faltaban unos minutos para la hora anunciada, ¡sí que tenían ganas de salir! Tal vez se debía a su asombro, aún no superado, de que esta noche la sala hubiera agotado hasta un total de 700 entradas (y eso que venían de colgar el cartel de “todo lleno” en sus actuaciones previas), y que inicialmente la actuación se había previsto en una sala mucho más pequeña.

DEWOLFF

De nuevo nos transportaron a los años 70, a la psicodelia, al hard rock clásico y muy enérgico. No era la primera vez que nos veíamos los unos a los otros, yo había disfrutado ya de su directo abriendo para THE BLACK CROWES, y muchos otros los habían visto en diversos festivales. En cualquier caso, todos deseábamos que volvieran pronto en su propia gira, y esta noche de febrero se nos concedió el deseo.

No les hizo falta animar a la gente para que los acompañaran en su fiesta, pues desde el primer minuto la gente estaba con ellos. Y así fue hasta el final, con mucha conexión entre los de arriba y los de abajo, Tampoco es de extrañar que notásemos cohesión y uniformidad entre Pablo Van De Poel y Robin Piso, que nos regalaron algunos buenos duelos de guitarra, afilada y aguda, y órgano. El precioso Hammond, con su sonido profundo y psicodélico, logró que no echáramos de menos el bajo (ndr: aunque algunas partes van precisamente disparadas desde el Hammond) ni a los instrumentos de viento que suenan en su último disco. Y tuvo tanto protagonismo como la potente batería del segundo Van De Poel, Luka, que aportó también buenos coros. Los temas eran largos, a veces muy largos, pero en ningún caso se hicieron pesados ni lentos, el virtuosismo de ritmos cambiantes no cansa.

Los que nos fijamos mucho en los detalles nos dimos cuenta de que ellos parecen ser tan “maniáticos” como nosotros. Cuanto más avanzan en madurez, más cuidan esos detalles. Si el telón del fondo era una bonita réplica de la portada de su último disco “Love, Death & In Between”, desde la primera fila pudimos reconocer la contraportada en la magnífica alfombra, y también los detalles mexicanos del bordado de la ropa del cantante, destilando elegancia de la de antes (nada de chandals ni monos esta vez). Durante una hora, repasaron su discografía mezclando temas de sus trabajos más antiguos y más nuevos.

Reconocimos enseguida el contundente “Night Train” que abrió su último LP y este concierto, y el segundo single “Heart Stopping Kinda Show”, y nos soltamos la melena en cortes como “Yes You Do” o “Double Crossing Man”. En cambio, nos relajamos ligeramente en otros como “Will O The Wisp” o “Tired Of Loving You”. Cuando llevaban una hora de actuación tremendamente enérgica y vibrante, llegó el siempre aparente fin de concierto, para dar paso rápidamente a los bises. Hasta en esto se entregaron más de lo que suele ser habitual… Dejaron para el final nada menos que el tema “Rosita”, una ensalada de 20 minutos de ritmos y géneros variados, llena de energía y frenesí sureño, acompañado de alguna exclamación de “mamasita” por parte de Pablo. Fue un final muy intenso y muy aplaudido.

DEWOLFF

Durante toda la velada se ganaron al público no solo con su música, también con sus gestos de cercanía y hasta sus chapurreos en español. Pablo llevó esa cercanía al extremo justo al final, cuando le dio por seguir el ejemplo de Akkermans y también se mezcló entre el público, con guitarra y todo, siendo devuelto al escenario sobre los altísimos hombros del batería del grupo telonero. Y de nuevo ellos quedaron muy agradecidos y nosotros encantados de lo que habíamos visto y oído.

Nos lo dejaron bien claro: los jovencísimos músicos que se dieron a conocer hace ya más quince años se han convertido en maduros profesionales que, sin perder su esencia retro, avanzan en sonidos actuales y no solo mantienen, sino que aumentan exponencialmente su nivel de calidad, y el respeto y la admiración de una audiencia cada vez más numerosa. Si esto sigue así, hay que empezar a buscar recintos más grandes para sus próximas actuaciones. Ojalá eso sea pronto…

Por ahora, muchas gracias a las dos bandas por su tremenda entrega y calidad, y a los organizadores del evento.

Texto y fotos: Mar Fuertes / Galería de fotos de THE GRAND EAST en Madrid en este enlace.

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