Crónica de Ramoncín en Madrid, que nunca falla
RAMONCÍN y su banda no suelen decepcionar en directo, y menos en su ciudad. Hace pocos días estuvo pletórico una vez más: ¡¡es un pacto con el diablo!!… Os lo contamos y mostramos:
RAMONCIN – Sabado 23 Noviembre 2019, Madrid – sala Joy Eslava
Ramón J. Marquéz volvió por sus fueros una vez más en una abarrotada Joy Eslava, que fue testigo del directo felino y abigarrado que esta figura emblemática del ROCK MADRILEÑO (sí, con mayúsculas) trae entre manos, en un espectacular show que fue de menos a más, con su banda, LOS ELÉCTRICOS DEL DIABLO, parcialmente renovada y nuestro protagonista dándolo todo sobre las tablas…
Como Sísifo arrastrando la piedra camino de la montaña, Ramoncín (en las vísperas de su 64 cumpleaños) como si el tiempo no hubiera pasado por sus huesos, fue arañando las canciones tras un inicio algo más tibio de lo acostumbrado, pese a la intención de poner toda la carne en el asador desde el minuto uno, con ese disparo a quemarropa llamado “Putney Bridge”. Es todo un himno generacional y una puñalada al corazón, pero en esta ocasión sonó de inicio algo más descafeinada de lo habitual, quizás por los cambios habidos en una banda acostumbrada a salir a escena con el cuchillo entre los dientes…
Resulta que faltaban varios componentes estelares del equipo, ya que los hermanos Castelló, habían puesto rumbo a Las Vegas para participar en diversos espectáculos en la ciudad del pecado. El sustituto de Oscar Casteló, el guitarrista segoviano Gus Martín no lo hace nada mal, y le vimos multitud de detalles y adornos sonoros a lo largo de la noche, pero no llega a la enorme finura de ese gran contramaestre a las seis cuerdas que es Oscar Castelló, si bien el otro guitarrista Manuel Silva iba hilvanando acordes como quien cose una alfombra mágica. A la batería se situó Luís García, otro percusionista de larga trayectoria en el rock español (ex batería de SOBREDOSIS o ÑU entre muchos otros), mientras los habituales Miguel Jiménez al bajo, Jesús Varas a los teclados y Charly Gonzalvo al violín hicieron las delicias de propios y extraños.
De este modo, arrancó una función al son de punteras tonadas como “Déjame” y otras cortantes composiciones como “Sangre y Lágrimas” o “El Cuchillo y la Herida”. El Ramoncín aterciopelado de los medios tiempos protagonizó el inicio de un trasiego que fue in-crescendo al ritmo de himnos como “Reina de la noche” y otras rolas vacilonas: “Hola Muñeca” o la legendaria “La Chica de la Puerta 16”. Llegados a ese punto, “La punta y la aguja” marcaba el “Veneno” de un artista que canta desde lo profundo, desde las mismísimas entrañas “En el infierno” donde se encuentran escondidos los sueños perdidos y las peores pesadillas..
Llegados al ecuador del encuentro, con los “Cuerpos calientes” y las ganas de rocanrolear, comenzó la ascensión a los altares del deseo, “Como un susurro” que recorre la ciudad y acaricia la piel, en “La Cita” eterna con el “Rocanrol Duduá” hasta llegar a la cumbre de la velada y tocar el cielo con “Forjas y Aceros” y “Miedo a soñar”, sin dudas las dos piezas más diamantinas que mostró nuestro protagonista, elaboradas con una pasión febril, en claroscuros sedosos que daban escalofríos. Muchos clásicos (como casi todas las inolvidables canciones de “Barriobajero) se quedaron en el limbo, aparcados para mejor ocasión.
De cualquier forma, disfrutamos de un estupendo tramo final con “Estamos desesperados” y las sempiternas “Hormigón, Mujeres y Alcohol” y “El límite” a las que se unió de forma sorpresiva la deliciosa “El circo del Rock n´roll”, ya saben ustedes, la confabulación judeo-masónica de heavies, rockers, mods y sinvergüenzas… Y un postrero bis, en formato electro-acústico y casi a capella, de ese himno por antonomasia, “Tormenta en la carretera”, de ángeles caídos que se dejaron la piel en el camino, para que la industria amasara fortuna haciendo sonar la caja registradora… Triste y pertinaz oda al desencanto, que siempre nos eriza la piel.
Ramoncín, pese a las carencias del set-list (nos hubiera gustado que el bolo fuera eterno…) se mostró una vez más inalcanzable para el común de los mortales. Justo la antítesis de una realidad musical cada vez más prostituida y depauperada con figurines reguetoneros de color rosado, insustanciales hipsters del vacío existencial y divas poligoneras del mal querer a la vuelta esquina. Menos mal que estamos vacunados contra ese detritus tan apestoso y, a decir verdad, con los ELÉCTRICOS DEL DIABLO tuvimos una buena dosis de endorfinas y otras sustancias que alimentan nuestro cerebro. ¡Hasta la próxima!
Texto y fotos: Fran Llorente
Vemos las fotos del concierto tanto en este enlace como debajo en el slider:
‘ ‘