Crónica de ALAN PARSONS PROJECT en Madrid
ALAN PARSONS PROJECT: Madrid, Real Jardín Botánico Alfonso XIII (Universidad Complutense). 6 de julio de 2016…
Noche «accidentada» y fantástica en Madrid, os lo contamos…
Aún recuerdo con pavor los días de julio en la Universidad. Aquellos días en los que, si estabas allí, sólo podían significar dos cosas: tenías un examen (seguramente de repesca) o te tocaba hacer papeleo, siempre tedioso. Y por supuesto muerto de calor, fuera cual fuera la circunstancia, mientras tus colegas ya disfrutaban de la piscina y de sus vacaciones. Afortunadamente las cosas han cambiado, y el hecho de tener que ir en julio a la Universidad es, por fin, sinónimo de buen rollo. Es más, también de buena música en directo.
Eso es lo que ocurrió la tarde/noche del seis de julio, cuando volví a mi querida universidad dispuesto a ver y escuchar a una de esas leyendas que, por motivos varios, nunca había podido disfrutar en vivo. Una tarde especial, una noche especial, y un ambiente especial. Y digo ambiente en el sentido más amplio de la palabra, porque el bochorno de última hora, que acompañaba las conversaciones y chascarrillos, ya anunciaba que algo era distinto, y exigía enfriar la cerveza más de lo habitual. La cola para entrar al recinto era kilométrica, y el público de lo más variopinto. Mucha diferencia de edad, mucha diferencia estética, mucha diferencia de poder adquisitivo, y mucha diferencia de sensaciones.
Así, sin mirar las entradas de cada uno se podía saber, en gran medida, quién había pagado su entrada y quién iba invitado; porque invitaciones había, aunque la mayoría protocolarias (es la Universidad, ¿recuerdan?). Muchos detalles les delataban, pero he de reconocer que el haberme pasado tantos años entre los despachos de la Complutense me facilitó la tarea de destapar a los impostores (impostores, sí, porque fueron a echar el rato sin importarles lo más mínimo quién actuaba). Efectivamente, son esos que no se callan, no miran al escenario, y no respetan al resto que sí tiene interés… pero van por decir que lo han visto.
Pasadas apenas las diez de la noche, Alan Parsons y sus hombres de confianza salieron a escena con la melodía clásica de “I Robot”, y la atmósfera cambió. Hasta el más zote en esto de la música se dio cuenta de que aquello era bueno, muy bueno, y de que lo que vendría detrás iba a ser, por lo menos, del mismo nivel. ¡Y vaya si lo fue! Es imposible describir en unas pocas líneas cómo sonaba la banda, una máquina de precisión engrasada con mimo, y que no dejaba nada al azar. Evidentemente, que el británico sea uno de los ingenieros de sonido más aclamados a nivel mundial tiene mucho que ver con ello, pero no se puede quitar ni un ápice de mérito a unos músicos que demostraron por qué estaban allí. Cada instrumento tenía el volumen justo para no destacar por encima del resto; nadie quitaba el protagonismo a nadie; la sincronización era perfecta, con unas entradas y salidas limpias y nítidas. Y la ejecución, aprovechando el entorno, de sobresaliente cum laude.
El conjunto brillaba especialmente en algunos temas, como en “Don’t answer me”, donde unos coros espectaculares acompañaban a la voz de Parsons al tiempo que sonaban, como si nada, dos teclados y cuatro guitarras de forma simultánea, con la dificultad que esto entraña para un técnico de sonido incluso experto. Simplemente increíble… Un detalle que llamó la atención fue la versatilidad de los componentes de la banda. Valga como ejemplo que, en las primeras seis canciones vocales (“I Robot” es instrumental), alternaron en el papel de cantante cinco de ellos: P. J. Olsson (“Damned if I do” y “Time”), Alastair Greene (“I wouldn’t want to be like you”, donde además Guy Erez hizo un solo de bajo tremendo), Todd Cooper (“Psychobabble”), Dan Tracey (“Days are numbers”, que sonó como si fuera parte de la banda sonora de una película ochentera) y el propio Parsons (“Don’t answer me”). Completando el elenco, un eficiente Tom Brooks a los teclados, y la gran pegada de Danny Thompson a la batería.
El concierto avanzaba con una suavidad fantástica, y alcanzaba su ecuador con la extensa “The turn of a friendly card”, del álbum homónimo, con sus cinco secciones. Así, sonaron “The turn of a friendly card (I)”, “Snake eyes”, “The ace of swords”, “Nothing left to lose”… La noche acompañaba, pero si antes hablaba de un ambiente especial, fueron precisamente las circunstancias ambientales las que darían un giro al espectáculo: Terminando “The turn of a friendly card (II)”, una tormenta decidió descargar con violencia sobre el recinto, y la magia se desvaneció a golpes de rayos, truenos y agua, mucho agua. Un coitus interruptus en toda regla. Aún así, mirándolo con otros ojos, fue un broche hollywoodiense para esta primera parte del concierto.
El público corrió a refugiarse donde pudo, mientras el grupo hacía lo propio en los camerinos. El problema es que refugio no había, más allá de algunas sombrillas y el edificio de entrada, poco más, y terminamos todos como sopas. Bueno, todos no… algunos se fueron corriendo… (sí, esos mismos a los que me refería antes). La incertidumbre hizo acto de presencia, y no estaba muy claro si se iba a suspender (parecía lo más claro en vista del aparato eléctrico de la tormenta, y de que se fue la luz en el escenario) o no se había terminado aún. De hecho, el propio Alan Parsons salió con un paraguas y pareció indicar que se despedía… Mientras, delante del escenario, algunos no desfallecían y cantaban desafiando a la climatología. No quedaba más que esperar y cruzar los dedos.
Al final la lluvia le añadió romanticismo al espectáculo, e hizo una limpieza general: limpieza de calor, limpieza de polvo, limpieza de ideas y limpieza de gente. Y tras cuarenta minutos largos, la banda decidió que aquello no se había acabado, y que iban a aprovechar el tiempo que les dejaran. ¿Cómo? Pues atacando directamente la batería de súper clásicos… De esta manera, las primeras notas de “Sirius” levantaron al personal, que ya no se sentaba en las sillas, sino que incluso se subía de pie a ellas para saltar. El concierto había cambiado, y la energía ganó enteros a ambos lados de las tablas. ¡Apoteósico!
“Eye in the sky” terminó de ponerlo todo patas arriba. No en vano, era la que muchos estaban esperando, y no defraudó. Alan Parsons avisó que sólo tenían tiempo para dos más, y que las tocarían a cambio de cantarles a ellos un “¡¡oéoéoé!!” como el que escuchaban desde el camerino durante el diluvio. No hacía falta mucho para provocar a los fans, así que terminaron poniendo toda la carne en el asador con “(The system of ) Dr. Tarr and Professor Fether” y una tremenda “Games people play”. Espectacular. Tanto que, contra todo pronóstico, aún hicieron, fuera de tiempo, “Don’t let it show”, con el agradecimiento general. Lástima que quedaran sin interpretar algunas como “Breakdown”, “The raven”, “Luciferama”, “La Sagrada Familia” o “Limelight”, previstas en un principio, y que tendrán que quedar para la próxima visita.
Noche para recordar. Ya lo anunciaba el ambiente antes de empezar, y ésa fue la sensación que todos nos llevamos mientras salíamos. Lo de ALAN PARSONS PROJECT esta noche fue, simplemente, grandioso. ¿La lluvia? Efectos especiales para añadirle dramatismo, como en las grandes ocasiones. Es más, a estas alturas creo, sinceramente, que al final contribuyó a dar al concierto un halo mágico. Todos la recordaremos, no cabe duda… ¡Qué bueno volver a la Universidad en julio!
Texto: Fernando Galicia
Fotos: Alfonso Dávila
Setlist (recortado por las circunstancias):
- I Robot
- Damned IF I Do
- Don’t Answer me
- Time
- Psychobabble
- I Wouldn’t Want to be like you
- Days are numbers
- The turn of a friendly card
- The turn of a friendly card (Part One)
- Snake Eyes
- The Ace of Swords
- Nothing left to lose
- The turn of a friendly card (Part Two)
——————————
- Sirius
- Eye in the sky
- (The system of) Dr. Tarr and Professor Fether
- Games People Play
- Don’t let it show
Por cierto, en este enlace podemos ver otra excelente galería de fotos oficial del concierto, obra de Aitor Nova.
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