Miguel Ríos en el Real: Precioso epitafio para el REY del ROCK español
Ya estuvimos en la presentación de la segunda parte de la gira «Symphonic Ríos», y era el momento de ver el concierto de Madrid y por supuesto contároslo y mostrároslo. Aquí tenéis el artículo de Fran Llorente y las fotos de Boliche Ángeles:
MIGUEL RÍOS – “Symphonic Ríos”: Teatro Real, viernes 6 de Julio 2018 (Madrid)
Ahora que el rocanrol está de retirada y la escena musical se convierte en un parque temático para desplumar al personal, en un pingüe negocio para mafias sin escrúpulos. Ahora que apuramos los último tragos del dulce néctar que nos dio la vida. Ahora que nos sentimos más “Huérfanos en la Tormenta” que nunca, como cantaba la malograda Azuzena y compañía (en SANTA), hace tres décadas… justo es echar la vista atrás y rendir un último homenaje al REY del ROCK español.
Cincuenta años contemplan la trayectoria artística de nuestro héroe. Cinco gloriosas décadas desde que publicara su primer álbum, “Mira hacia tí”, un lustro más desde aquel bisoño Mike Ríos, monarca del Twist, que daba sus primeros pasos en la triste escena de los años sesenta, en plena dictadura, y grababa sus primeros singles de primigenio rock n´roll.
A diferencia de lo sucedido hace unos meses con SÔBER en el Palacio de Congresos (como os contamos en esta crónica), donde la orquesta cobraba un inusitado protagonismo, como una febril tormenta en medio de un mar de cuerdas embravecidas, en la despedida madrileña de MIGUEL RÍOS, la Orquesta Sinfónica de Granada, conducida por el maestro Carlos Checa, se vio totalmente eclipsada por la banda, los BLACK BETTY BOYS. En ella destacan por méritos propios el teclista, Luis Prado ‘Sr. Mostaza’, y especialmente, el guitarrista y productor José Nortes, a la postre, factótum de un espectáculo que ya habíamos visto con anterioridad, en la gira “Bye, Bye Rios”, con mayor volumen y no tanta solemnidad.
Con la conciencia tranquila, como quien asiste al entierro prematuro de un ser MUY QUERIDO para nosotros (especialmente para este humilde escriba) nos relajamos y asistimos entonces a un concierto ROCANROLERO al uso, eso sí, con una pequeña salvedad: HABÍA UNA ORQUESTA DETRÁS, que dejaba ligeras pinceladas en momentos muy precisos del show. “Acojona tocar aquí, y eso que no vinieron Sus Majestades”, apostilló con sentido del humor nuestro protagonista.
El repertorio fue muy bueno y acertado, si bien echamos a faltar temas como “En el ángulo muerto” o “Restos de Stock”, que hubieran venido como anillo al dedo. Poniendo los puntos sobre las íes y señalando además los vicios que nos aquejan a esta vejez, viruelas. Y tampoco vino el Rey (ni a nadie le importó…) a su rincón Real, como destacó MIGUEL RÍOS en uno de sus comentarios más afinados…
En su lugar, en el Palco Real se situaba su majestad, la Mesa de Sonido, trabajando en el alambre, en un difícil equilibrismo entre lo sinfónico y lo rockero, en pos de una excelencia utópica (todo hay que decirlo, el sonido no fue bueno, quizás un tanto hueco y falto de contundencia), escalando la difícil convivencia armónica, “trabajando por la República del sonido y por la convivencia…”, una maravillosa apostilla para aquellos que vivimos en el País del Pentagrama, en la patria del ROCK’N’ROLL…
Desde los primeros compases del “Himno a la Alegría” (interpretado en formato reducido e instrumental al principio del evento) y el eterno pistoletazo de salida que es “Bienvenidos”, visualizamos lo que se nos venía encima: Fue una DESPEDIDA con todas las de la ley y quizás un entierro SOLEMNE. Sensación agridulce que el moribundo rocanrol se acabe tan pronto, ahora que gozamos de un país moderno, pulcro y europeo… Qué fastidio, cuando media ciudad era chabolista se veía (y se vivía) otra energía en las calles. Decía un viejo emperador romano que la cultura que se disfruta como privilegio ‘no es cultura, es oprobio’. Huelgan las palabras. En esta nueva era, tan tecnológica como falsa, con barrios modernos, autovías, ordenadores, telefonía móvil, redes sociales y confort a raudales… todo se va al garete.
“Memorias de la carretera” exprimidas en dos horas en el Paraíso, “Directo al corazón”, dulce anestesia para estos tiempos tormentosos o directamente criminales: “Boabdil el chico se va al norte” y cruza el estrecho, para ahogarse en el Mar Mediterráneo. No faltó el fino diagnostico: los políticos decadentes en esta Vieja Europa, quieren blindar el continente ante lo que se nos viene encima. Si no acabamos con el actual estado de las cosas, si no derribamos las fronteras, el ser humano lo va a pasar mal, vino a decirnos el cantante granadito antes de interpretar la maravillosa “En la frontera”, y surcar “El río” que nunca has de volver a transitar.
De este modo, entre canciones como la copa de un pino trascurrieron dos horas maravillosas, donde hubo también espacio para lo femenino: “No estás sola”, “Reina de la noche” (de los años en los que Salvador Dominguez era uno de sus guitarristas y compositor) y para el recuerdo de tonadas colosales como elefantes: “Un caballo llamado muerte” o “Antinuclear” pusieron el contrapunto combativo a una velada que se suponía solemne y campanuda. Cantando “Todo a pulmón”, lejos de la transa y la prostitución de la escena actual. Manteniendo el estandarte bien alto, incluso en las consabidas “El blues del autobús” o “Santa Lucía”, clásicos por excelencia del repertorio, no por manidos, perfectamente interpretados.
“El sueño espacial” se iba acabando y nos dejó anémicos de su segunda mitad, ese “Año 2000” apocalíptico que ya se presagiaba décadas atrás. Nos sorprendió “El rock de una noche de verano”, que pasó efímero y fugaz, como un fino perfume, justo antes de los bises, no sin antes subrayar que “Los viejos rockeros nunca mueren”. En esos precisos instantes nos vino a la cabeza la célebre frase: ‘Sueña con Ángeles’ que le dedicó Neil Young a Kurt Cobain.. MIGUEL RIÓS se ha ido consumiendo pero su voz no se ha apagado aún, que de hecho sigue más viva que nunca.
Emocionante despedida final con “Santa Lucía”, como decíamos, y “Vuelvo a Granada”, y especialmente con el “HIMNO A LA ALEGRÍA”, interpretada con gran emoción y hondura, en pos de un mundo más armónico.
Texto: Fran Llorente
Fotos: Boliche Ángeles
¿Vemos la galería de fotos completa de la noche antes de apostillar el artículo?
Hubo tiempos mejores, ¡qué duda cabe!… Sin ir más lejos, Carlos de Inglaterra era un habitual de los conciertos del viejo Wembley (en Londres, UK) en los años ochenta, en aquella maravillosa banda sonora protagonizada por STATUS QUO, ERIC CLAPTON, TINA TURNER, QUEEN o DAVID BOWIE… (por citar algunos pocos bolos con presencia de su alteza) debe de ser que para nuestro Jefe de Estado, no caben dos reyes en un mismo recinto y la omnipresente figura de MIGUEL RÍOS impone demasiado. Qué pena que haya tan poco reconocimiento público e institucional hacia su egregia figura (amén de los consabidos premios).
Lo dicho, el rocanrol y su fiebre pasaron como en una noche de verano…Ya solo queda el recuerdo, sin duda, un dulce y agrio elixir… ¡Gracias, Miguel!