Magia y ensoñación de la mano de JETHRO TULL en Madrid
Reverencia a la música, reverencia a los clásicos, reverencia a los veteranos y reverencia máxima a volver a disfrutar de conciertos tan bellos y especiales como el que hemos podido vivir el pasado miércoles en el otrora mítico Circo Price (hoy Teatro Circo Price… sin más). Os contamos, nuestra visión y sensaciones tras lo vivido junto a JETHRO TULL en Madrid.
JETHRO TULL: Madrid, miércoles 16 de marzo de 2022 (Teatro Circo Price)
No diré, porque no lo sé, la primera vez que JETHRO TULL debieron tocar en Madrid, pero si no fue efectivamente en las matinales del Price o en las nocturnales del Teatro Monumental allá por mediados de los 70, me lo he imaginado tal cual. No importa, porque 40 y pico años después, aproximadamente, uno de mis sueños de adolescente, incluso de neonato, se ha hecho realidad. Son otros JETHRO TULL quizás, pero al alma, el espíritu e incluso el sentido del grupo permanece, de nuevo reverencia, a Ian Anderson en este caso, por ello.
Gracias a Madness por la oportunidad, y a la providencia por permitirnos que dos años después, las pandemias, plagas e infortunios varios se hayan sorteado convenientemente para retomar las fantasías musicales en directo de nuevo. Y como nos gusta, y dónde la música es más bonita: en un recinto maravilloso, con una acústica de lujo y una puesta en escena grandiosa. Así los sentimientos y las sensaciones se desbocan mejor.
¿Qué no se llenó el Price esta vez para ver a los míticos JETHRO TULL? No pero casi, y además los (pocos) ilusos que no vinieron se lo perdieron, y sí, de nuevo la media de edad no bajaba de los 50, que parece ser que solo los veteranos disfrutamos de la ambrosía musical más exquisita. Presentando un gran nuevo disco, además, “The zealot gene”, el primero en 20 años, que se dice pronto, y presentándose en una forma excelente. Ha sido corto, cierto, pero muy intenso y preciosista, con un Ian Anderson rejuvenecido y entusiasta, comedido en sus reacciones como buen inglés, pero ácido, intenso, mostrando actitud, clase y elegancia a raudales. Sus actuales compañeros no le van a la zaga, aunando ellos juventud / veteranía, experiencia y de nuevo clase y elegancia, a la par que el jefe, y por supuesto mostraron galones a la altura del nombre que llevaban detrás.
Folk, música sinfónica, progresivo (no en vano esta gira la presentan como “The Prog Years”), rock sin más… Da igual como lo llamemos o definamos, porque de la mezcla de todo ello, en su mezcla perfecta como en los mejores cócteles, encontramos el término correcto que aporte lustre y equilibrio lingüístico a la noche vivida. Dos años después, tres casi, se retomaba el concierto, y un Ian Anderson rejuvenecido, por momentos comedido y a ratos desatado, demostraba aquello de que más sabe el viejo por ídem que por diablo. Y toca la flauta, la acústica, recita (que ya no canta como antaño pero su voz de viejo alquimista del rock sigue teniendo mucha magia), explica anécdotas, presenta las canciones con la tranquilidad y el temple del veterano contador de historias, gesticula…
“Nothing is easy”, ¿verdad?, como se atreven a decir para empezar, toda una historia de amor, y no solo para vivir en el pasado (que mucho de esto hubo en el concierto, no vamos a mentir), pero sobre todo mostrándose sólidos como un ladrillo (parafraseando el mítico título “Thick as a brick”, que sonó en los primeros compases). Amor gatuno sobrevolando el aire mientras la divertida “Hunt by numbers” nos revela que a día de hoy no hacen falta millonarias inversiones en producciones carísimas para hacer vídeos divertidos y efectivos. Y si hay que desvelar que alguna de las instrumentales de los primeros tiempos, escritas por el guitarrista primigenio Martin Barre, estaba inspirada por los zombies, pues se cuenta y se disfruta de la curiosidad de la adaptación “a la Jethro Tull” de “Bouree en E minor”.
También nos ofrece el maestro esas poses y movimientos marca de la casa patentadas hace muchos años: su pose tocando la flauta a una pierna, los movimientos histriónicos con las manos, sus pasos “de ogro” marcando el escenario… Por cierto, ¡un lujo comprobar in situ de dónde vienen las raíces y los dejes escénicos de mi admirado José Carlos Molina!, indisimulado hijo putativo de papá Anderson (aunque lo siga negando tan lacónico como poco creíble en su afán de renegar de lo irrenegable). Y el público aplaude, disfruta, observa ensimismado los trucos de prestidigitador escénico de uno de los creadores de todo esto y sus actuales compinches.
Además, hubo muchos guiños (sobre todo musicales pero también visuales) a sus comienzos, y también mucha crítica con sorna y flema británica a lo que está pasando en esta loca Europa (y mundo en general) en estos tiempos de sandeces por decreto y estupidez y estulticia latente. Domingos negros, alegorías pacifistas y cantos a los dioses para maldecir las guerras, el capitalismo y a los malditos… Ojalá viniera de verdad un flautista de Hamelín para que hipnotizara con su cánticos y melodías a todos los locos, hijos de fruta y “geniocidas” que nos amargan la existencia.
Por cierto, excelente el tratamiento de la realidad, y la bucólica irrealidad, a través de las proyecciones y vídeos en las pantallas acompañando las canciones del maestro y sus acólitos. Méndigos, locomotoras, gatos o gafas, de las que distorsionan la realidad, mediante. Y sin importar que la pausa entreactos se alargara de más, o que la duración final del concierto se redujera a algo menos. Imágenes digitales para homenajear épocas más analógicas, y con más pelo y desvergüenza, todo sea dicho. Muy bien traído, y trabajado, el tema de las pantallas, vídeos, imágenes y proyecciones en esta gira, Mr Anderson y compañía.
Cuando uno disfruta, el reloj vuela, y nada es más valioso que ese tiempo y esa experiencia envuelta en melodías, viejas canciones, nuevos himnos y eternos clásicos, en formato acústico, sinfónico, melódico y/o menos rockero ya. ¿Y qué más da?… Bueno… por fin, viejo flautista, me quité la espinita de tachar con una x a otra de las bandas históricas que, por infortunios varios, retruécanos del espacio y del tiempo y rocambolescos designios peregrinos, aún no había tachado. Pero ya te tengo, amigo Ian & Cía, y estás metido para siempre en la sempiterna bola de cristal de mi cabeza en la que atrapo a mis viejos héroes a los que por supuesto ya he logrado ver y capturar en directo. Es tu fantasía e historia “contra” la mía, y tras esta noche mágica ya eres otro de mis cromos guardados en el cajón de los mejores conciertos.
Los viejos rockeros nunca mueren, que nos decía Mike Rivers el otro día en el antiguo Palacio de los Deportes. Pues en el antaño Circo Price se volvió a demostrar que la máxima es cierta y que se sigue cumpliendo el mantra una y otra vez. Gracias por seguir dándonos aliento de locomotora de vapor y regalando canciones desde el bosque para todos aquellos que queremos seguir jugando a ser por una noche Robin Hood. Eso sí, y volvemos a la realidad de un plumazo, cada vez hay que ser más rico para adentrarse en Sherwood,… aunque, pensándolo bien, hay noches en las que merece la pena dar la bolsa para seguir dando sentido a la vida. Y si es con “Aqualung” sonando de fondo, pues miel sobre hojuelas.
Y aquí cierro una crónica distinta, inspirada y distorsionada a la vez, de lo que ha sido una noche y un concierto diferente. Si nos ciñéramos siempre a lo convencional, qué aburrido sería todo, ¿verdad? Y si siempre viéramos a las mismas bandas y sobre todo lo contáramos de la misma manera, ¿qué sentido tendría jugar a ser el más listo de la clase? No, Mr. Anderson, yo en su equipo, en el de soñar, jugar, creer en la magia y en beber de la fuente de la eterna juventud.
Al final lo divertido es contar las cosas, o al menos escribirlas y recordarlas, de manera diferente, personal, fantasiosa, original y más o menos fabulosa… Gracias por el regalo y espero que mi primera vez con usted y su banda no sea la última.
Texto: David Esquitino (david.esquitino@redhardnheavy.com)
Fotos: JETHRO TULL Oficial