Crónica de LEPROUS a lo grande en Madrid

Un concierto especial, una noche especial, un show largo y exclusivo y una sala / teatro / recinto especial de lujo para la ocasión. LEPROUS a lo grande en Madrid, aunque no maravillaron a todos, como nos cuenta y muestra Juanma García en esta sincera crónica.

LEPROUS – The Music Station (Madrid) – Jueves 16 de enero de 2025

Leprous

Recuerdo con mucha añoranza y alegría el concierto que LEPROUS dieron en la Sala Shoko. Aquella cita fue poquito después de que la pandemia asolase el panorama de las salas y por la misma se recorría algún que otro comentario de pánico ante el sold-out, ante tanta gente. Parece que hace mucho, pero realmente fue hace tres días como quien dice. El caso es que después de aquel excelente concierto, seguía teniendo las mismas dudas de los dos últimos discos pero bueno, en directo seguía estando la cosa a un nivel enorme. Me repetía esta retahíla mientras tomaba la directa para llegar a tiempo al teatro Music Station, en el concierto donde actuaban en solitario.

LEPROUS se ha convertido en un auténtico monolito para propios de su música y para extraños de la misma. Hoy en día, y tras varios llenazos por diferentes países (entre los que nos tenemos que incluir, y alegrar), nadie puede dudar del nombre que atesoran hoy los noruegos, que ha crecido a tal nivel que ya incluso encabezan algún que otro festival de medio formato. Francamente lo digo: me alegra por el señor Einar Solberg porque es una persona a la que pocos peros le puedo sacar y a quien, pese a mis últimos desencuentros compositivos para/con su banda, siempre he tenido en muy alta estima.

Era mi primera vez en aquel magnífico emplazamiento y me sorprendió lo bien ubicado que estaba todo. De hecho, miraba hacia la grada y pensaba que desde allí las vistas serían una maravilla (me gustaría saber cómo sonó desde allí). Mi sorpresa se acrecentó para con el lugar cuando estábamos en el foso, con las cámaras en mano y ese juego de luces empezó a danzar ante mí. Una absoluta maravilla que, por desgracia, sí tuvo sus excepciones en otros aspectos del recinto. El sonido fue fatídico, pero con puntualizaciones positivas, pues esto solo se vio reflejado en las guitarras y el bajo, que brillaron con menos luz de la que deberían, al menos de la que otras veces hemos disfrutado con ellos.

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El concierto se sucedió con temas que realmente me entusiasman: no me cansaré jamás de nombrar la imperiosa “The Price”, todo un himno de la banda que, por desgracia quedó eclipsado por mucho material de los nuevos discos. No se me enfade nadie, que entiendo que haya gustos para todos, pero en mi caso me resultó un setlist con luces y sombras. Ese fue uno de los problemas, si lo queremos llamar así. Sitúate en mi lugar: si eres del club de los que no disfrutan de los últimos discos de una banda, te venden una noche con muchas canciones de distintas etapas pero te plantan de esos tres últimos discos 14 de los 21 temas tocados, pues algo de desazón te genera. De aquella numeración, mi intermitente atención.

La banda enciende al público, eso resulta innegable. Los seguidores acérrimos, que han cosechado a lo largo de los últimos años, han dado sus frutos y estos lo viven como los que más. Además, con la ferviente sensación de euforia que hace que en las redes sociales rindan pleitesía y aplauso para lo que hicieron LEPROUS. Una vez más, para gustos colores. Volviendo al tema de la entrega de la banda, resulta una lección que aprender por parte de otros grupos: Einar va de un lado a otro constantemente, como un auténtico desquiciado; Tor, el otro veterano del grupo, sigue a su compañero, usa las plataformas situadas enfrente del escenario y en esos momentos LEPROUS brillan por entrega incuestionable.

Pero a mí eso no me sirve demasiado, ni las grandes luces o el excelente tono de la voz de Einar o las clases maestras del gran batería que es Baard Kolstad. Sobre todo porque ya tengo una visión clara de cómo es un concierto bueno de LEPROUS dado la cantidad de veces que los he visto. ¿Qué quiero decir? Pues que creo que faltó feeling. Me faltó potencia en esos instrumentos que comentaba y eso, al fin y al cabo siempre merma la experiencia. Me ha ocurrido con bandas que adoro como WOLVES IN THE THRONE ROOM y, por desgracia, me ha tocado valorarlo negativamente y, eso, querido lector o lectora, no es baladí. Hubo temas como la sempiterna “From the Flame” o la espectacular “Forced Entry” que me llevaron a aquellas sensaciones, pero hubo otras tantas que, por desgracia, no cayeron tanto en mi gozo. No lo digo de forma machacona por el comentario respecto a su discografía, y buena prueba de ello es una “Below”, de “Pitfalls”, que en disco no me convence nada pero que, sin embargo, en directo me gusta cómo suena. Me agrada y ya van tres veces que me deja un buen sabor de boca.

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Tuve una particular sensación intermitente donde en algunos momentos congratulaba tenerlos delante y, en otros la cosa se me hizo cuesta arriba. Tal vez la culpa fue de una prolongación que se hizo bastante extensa salvo que seas un fan acérrimo de los noruegos (que a los “die hard fans” les supo a gloria. Pero la excesiva duración no lo matizaron ni los quince minutos de interludio entre una parte de un concierto y otra (porque hubo dos partes). El problema con el feeling es ese: o estas dentro y disfrutas de lo lindo como un niño pequeño con sus juguetes o, por el contrario, las canciones tocadas no te generan atención extra y quedas más pendiente de comentar detalles con los compañeros de foso que otra cosa.

Que nadie me malinterprete, que hubo momentos especialmente destacables , como esa suerte de coro formado por seguidores de la banda en la canción “Faceless”; cuando sonó “Slave” fue una celebración, o el remember de la canción “Passing”… Siempre existen momentos curiosos y que se disfrutan.

Bueno, celebro que LEPROUS estén creciendo porque lo han luchado con creces y nadie les ha regalado nada, pero mi yo interior me exige sinceridad y cuando el concierto acabó eché en falta más magia, más intensidad y una mayor balanza entre cosas añejas y nuevas. Con Iron Maiden me ha ocurrido multitud de veces: discos de estudio recientes que no me convencen en absoluto y sin embargo las canciones son muy bien defendidas en directo… y muy bien vertida su verdad en la obra, su pasión y su entrega. Así, este concierto del pasado día 16 de enero no me impactó como pensaba y se me quedó un tanto a medio gas con una banda que sé de sobra que es capaz de hacer conciertos mejores.

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¿Qué contamos de Einar Solberg? Pues cosas que resultan obvias: tiene una voz prodigiosa, se mantiene firme y con una personalidad arrolladora durante todo el concierto. Sabe llevar al público en volandas y es un tipo creíble, que personaliza arte y maestría musical a los teclados. Sin duda fue el premio gordo de una noche que prometía encandilarme, pero que esta vez me dejó poco convencido, aun sabiendo que no suele ser la tónica general con la banda.

Volviendo en metro, lejos de mirar fotos, vídeos y demás enseres como siempre he hecho con ellos, me puse a leer artículos sobre el gran David Lynch porque, ante todo, hay tragedias que son mucho más grandes que un concierto sin la excelencia que le exijo a LEPROUS. Eso sí, la próxima volveremos y esperamos contaros que superaron la vez anterior en Madrid.

(NDR: Por ejemplo en Rock Imperium, festival en el que anunciaron participación pocos días después de la gira, ¡allí estaremos!).

Texto y fotos: Juanma García

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