IRON MAIDEN y Eddie – Primera parte
Quedan menos de dos semanas para el gran concierto de IRON MAIDEN en Madrid, y es el momento de contaros la historia de Eddie, contada por él mismo, y poniéndonos aún más los dientes largos de cara al gran concierto en el Wanda del 14 de Julio. La historia va en dos partes… y ésta es la primera, desde «Iron Maiden» hasta «Fear of the dark» y la salida de Bruce Dickinson. La segunda en unos días…
IRON MAIDEN y Eddie
Hola a todos, me llamo Edward T. aunque todos me conocen cariñosamente cómo Eddie. Soy un un no muerto, o al menos eso dicen pero lo cierto es que estoy vivo, muy vivo. Y el hecho es que no hago más que resucitar de cualquier tumba en la que han querido enterrarme.
Mis comienzos fueron parecidos a los de muchos chicos de mi edad por el West End de Londres: Era un chico de barrio, con gusto por los placeres prohibidos y pronto me acerqué al emergente punk y rock que empezaba a despuntar en la época. Primero fue mi pelo de punta, después mis maneras un tanto anómalas de acercarme a los que me rodeaban, mis instintos algo agresivos e incluso mi odio visceral hacia esas formas de poder que querían oprimirme (lo siento, señora Thatcher, pero usted no era la dama de hierro que más me gustaba y por eso tuve que hacerle besar pronto la hoja de mi navaja), las que no gustaron a la estirada sociedad inglesa de la época.
Poco a poco mis maneras punks fueron evolucionando hacia algo más roquero, menos crudo y sobre todo cercano a lo que unos años antes ya habían comenzado a perfilar otros jóvenes locos por ser diferentes como BLACK SABBATH o JUDAS PRIEST, del sector de la metalurgia, u otros elegantes caballeros como WISHBONE ASH o THIN LIZZY también en mi país, u otros como LED ZEPPELIN más allá del enorme y atlántico charco británico. Mi pelo creció, a mi harapienta camiseta blanca la cubrió pronto una ajustada chaqueta de cuero negro y fui cambiando paulatinamente mis antiguos cuchillos por hachas o katanas conforme mi poder se iba tornando más contundente. De hecho, comencé a ser importante y reconocido, y con el tiempo llegué a desafiar al mismísimo diablo.
De todos modos, el infierno no era mi sitio, eso lo dejaba para otros con mayores aires de grandeza pero con menores dotes musicales y una visión de la realidad algo distorsionada… ¡No!, yo era un chico real, vivía todavía en la Tierra, era malvado a la vez que enormemente atrayente y poco a poco iba consiguiendo que todo el mundo se fuera rindiendo a mis pies. El inicio fue Inglaterra, después todo Reino Unido, Alemania, Francia, Europa al completo, Japón, Estados Unidos… Todos se rendían a mi poder, a mi magnetismo y a mi fuerza maligna. Ya os he dicho que reiné hasta en el infierno y dominé los siete mares sólo con el fuego que ardía inerte en mis ojos, con la fuerza que emanaba de esa música que, sin saberlo, yo inspiraba e incluso componía a través de esos peleles que querían quitarme el protagonismo en las fotos.
Primero acabé con el protagonismo barriobajero de un tal Paul Di´Anno (antes ya había acabado con Dennis Wilcock incluso antes de que el mundo supiera de su existencia). Después, poco a poco fueron cayendo a mis pies las maneras rocanroleras de Dennis Stratton, y Clive Burr no soportó la presión de estar a mis órdenes y continuamente en acción accediendo a mis deseos de gobernar el mundo a través de mi música. Y finalmente sometí como esclavos a unos jóvenes Dave Murray y Adrian Smith que interpretaban con sus guitarras todo aquello que mi maligno cerebro les dictaba.
También conseguí que un díscolo estudiante de historia, joven bigotudo y problemático por su fuerte carácter e ideas algo extremistas fuera capaz de dar forma, sonido y volúmen a los mensajes que yo tenía que enviar al mundo… “Bruce, Bruce” creo que le llamaban en su tierna juventud, patético…
Asimismo, fui capaz de que un rubio, feo y chato batería que andaba por las Galias intentando hacer famosos a unos tal TRUST (que nunca llegarían a nada sin la mano maestra y maligna de alguien como yo detrás, por cierto), estuviera a mis órdenes dando ritmo y acompasando a golpes poderosos, a la vez que técnicos, mis designios sonoros… enorme gong mediante en ocasiones, en clara ostentación dorada para la galería.
Al único al que no fui capaz de dominar fue a ese obstinado joven de otro barrio bajo londinense, el tipo de la mirada tímida, los morritos fotogénicos, los tatuajes talegueros en el antebrazo y la enorme melena barriobajera… Desde el principio me echó un pulso y nunca fui capaz de vencerle, y por ello fue el único al que nombré de verdad mi mano derecha… y será el último con el que acabaré.
Así, siempre le consulté sobre las decisiones que tenía que tomar a la hora de dominar el mundo a través de mis títeres músicos, de esas marionetas que creían que eran algo sin que yo se lo ordenara… Harris se llama ese hombre y, aunque nunca llegue a ser tan importante como yo, tengo que reconocer que tiene unas grandes pelotas de acero inoxidable británico, y una determinación tal que ha conseguido que él y yo siempre hayamos gobernado y dirigido el barco de la mano.
Sí, es cierto que a veces me dan estos aires de grandeza y de locura, y por eso en alguna ocasión han tenido que encerrarme en un manicomio para que volviera a la realidad y que mis delirios de poder se encaminaran de nuevo al verdadero objetivo que dio sentido a todo desde el principio: ser la mano directora y la cabeza e imagen visible de la banda más grande que dio aquello que se llamó Heavy Metal en mi país, por aquel entonces de nuevas olas… Recuerdo que en uno de mis primeros encierros incluso me raparon la cabeza y me ataron con fuertes cadenas, pero en mi locura me inventé mundos paralelos:
Viajé al pasado y dominé el imperio más importante de la historia desde lo alto de una pirámide. Siendo el faraón más grande de todo el mundo conocido, recorrí toda la faz de la tierra haciendo mis esclavos y pisando a todo aquel que osaba siquiera hacerme sombra. De hecho, fallecí en el combate pero resurgí con fuerza una noche de tormenta aunque esto desgastó soberanamente a mis más importantes generales y transmisores de mi mensaje y grandeza.
De hecho, el comandante Dickinson estuvo a punto de abandonar el barco, Steve Harris vio amenazada su autoridad en ocasiones y Adrian Smith cogió una extraña enfermedad derivada del cansancio que le hizo desear propuestas más sencillas que se plasmarían no demasiados años más tarde… pero no adelantemos acontecimientos todavía.
Una vez dominado el pasado y el presente, sólo me quedaba viajar al futuro para dar constancia de que entonces también seríamos los más importantes del mundo. Tuve que acabar a golpe de pistola láser con algunos que entorpecieron mi camino… pero ya sabéis que esto nunca fue un problema para mí, y me embarqué en nuevas enormes giras, en este caso sin faraónicas construcciones y lejos de esfinges, sarcófagos y máscaras mortuorias.
Esta vez preferí los láser, las grandes plataformas así como enormes representaciones de mi persona que intimidaran y convencieran a cualquiera de que aún seguía siendo la verdadera Dama de Hierro… ya fuera en el pasado, en cualquier presente o en ese futuro que todos tienen en la cabeza pero que sólo yo fui capaz de dar forma. ¿Blade runner? ¡Ja!, mejor alguna vez en el tiempo…
Había reinado en el fuego también y ahora tenía que dominar el hielo. Durante este período había tenido tiempo incluso de engendrar muchos hijos pero ninguno como el séptimo, al igual de poderoso que lo fue a su vez su respectivo séptimo vástago. Incluso tuve algún momento de debilidad y ofrecí mi corazón como ofrenda para todo aquel que supiera interpretar aquel gesto. Supongo que fue algo parecido a lo de aquel que llamaron Jesucristo con aquello de “Tomad y comed todos de él”.
Eso sí, al final era sólo una trampa más y todo aquel que mordió cualquier trozo de ese corazón o incluso de aquella manzana podrida se convertía al instante a mi religión, fanáticamente, con razón o sin razón, pero de repente todos estaban a mi servicio: Cielo e Infierno; fuego y hielo; presente, pasado y futuro; punk, rock y heavy metal…
Todo dependía y estaba supeditado a lo que mis chicos hicieran… y a lo que yo mismo decidiera desde mi trono de metal. Vale, con mi amigo Rod Smallwood a mi lado… ¿no os he hablado de él? Bueno, en otro momento quizás… ¡Ah, sí!, perdonar, yo y mis delirios de grandeza… De repente despertaba y seguía encadenado e incluso era demasiado molesto para algunos por mucho que yo insistiera y no dejara de asegurar que era un Dios, un faraón en la tierra, un enviado del futuro e incluso el mismo maestro del diablo, el que dirigía sus movimientos como si él fuera tan sólo una marioneta…
Uno de mis generales dimitió (aunque él no sabía entonces que le inyecté ese veneno para hacerle regresar a mí unos años después) pero no tuve que buscar demasiado para encontrar un sustituto rubio, risueño, muy cercano a lo que mis guerreros habían sido en sus comienzos: sólo unos chicos auténticos y macarras y con unas grandes ilusiones. Le llamaban Janick pero no era un total desconocido para mí pues ya había tenido contactos con aquel tal “Bruce, Bruce” en sus tatuadas campañas solitarias e incluso con otro de los que en su momento también estuvo en el Olimpo de mis dioses, un tal Ian Gillan, de unos semidioses DEEP PURPLE.
De repente y, creo que sin merecerlo, me mataron pero no tardé en resucitar de nuevo, agarrando del cuello a mi sepulturero y haciéndole pagar, quizás injustamente o tal vez merecido, lo que otros me habían hecho. Primero resurgí con calma, sin aires de grandeza por una vez, de nuevo con mis viejos pantalones raídos y mi camiseta de obrero, sin adornos externos y tan sólo con la idea de recuperar poco a poco el trono perdido. Eso sí, en pocos años, sigilosamente, atacando desde los árboles, disparando a extraños e incluso apareciendo como un murciélago o ave infernal para atrapar las almas de los que en parajes perdidos como el viejo bosque/circuito de Donington todavía dudaban de mi resurrección, volví a ser el más grande… aunque esta vez duró poco mi reinado…
…Nunca lo llamé traición, no fue algo premeditado, aunque podía haberlo esperado pues realmente lo sabía desde hacía muchos años… pero “esa” deserción me dolió más que ninguna otra. No era mi escudero más fiel, no era mi más autentico servidor y tampoco me había jurado nunca amor y sumisión eterna pero, cuando “Bruce, Bruce” nos dejó, sentí el vacío más inmenso que nunca antes había sufrido. De repente las cuerdas que sujetaban al diablo se soltaron, las cadenas me apretaron más fuerte que nunca, la esfinge se derrumbó, la energía de los láseres disminuyó hasta casi extinguirse, la lápida de la tumba me golpeó en la cabeza, y de un plumazo se me cayó el pelo y mi carne de zombi se convirtió en algo tan quebradizo como una vieja rama de árbol carcomida por lo años y los sinsabores.
Texto: David Esquitino (david.esquitino@redhardnheavy.com)
P.D.: Por cierto, va por ahí un tipo llamado Derek Riggs que dice ser mi creador y me llama «dibujo», pintura, ilustración… Sólo digo una cosa al respecto: ¿donde está él ahora? Jajaja…
¿Queréis seguir escuchando la historia de Eddie? En unos días la segunda parte…