Crónica de NASHVILLE PUSSY en Madrid

Ago 17, 2023 por Red Hard´n´Heavy en Conciertos

«Lo bueno, si breve, dos veces bueno», eso dice el refrán. 17 canciones en 65 minutos, ¿eso es breve o todo lo contrario? En cualquier caso, el concierto de NASHVILLE PUSSY en Madrid hace unos dísas fue corto en tiempo y brillante en calidad, y os lo contamos.

NASHVILLE PUSSY – Miércoles 9 de agosto, sala el Sol (Madrid)

Nashville Pussy

La que escribe estas líneas volvía a presenciar un concierto en directo, tras más de un mes de pausa más o menos forzosa, y la verdad es que no pude elegir mejor. El pasado miércoles 9 de agosto, aprovechando que no nos habíamos ido a la playa o a la montaña, ni a ningún festival ni país exótico, un buen puñado de fans del hard rock americano más macarra casi llenamos la céntrica sala El Sol de la capital (tras un cambio de sala forzoso a última hora).

Se nos convocaba a la apertura de puertas a las 9 de la calurosísima noche, y pocos minutos después ya teníamos ambientazo rockero frente al escenario subterráneo, así que nos tocó esperar un poco hasta que por fin, tres cuartos de hora después, la ya clásica banda sureña de Atlanta (EEUU) salió al escenario y empezó a saludar, mientras se escucha la intro habitual del grupo. A partir de ese momento, los emocionados asistentes disfrutamos de algo más de una hora frenética, muy rápida en muchos sentidos.

Casi todos los temas, extraídos de sus discos más populares en su ya extensa carrera, fueron breves en tiempo, nada menos que diecisiete canciones, casi sin interrupción entre ellas. El carismático frontman del grupo, Blaine Cartwright, perfectamente escoltado por las dos atractivas encargadas de las cuerdas, agradecía estar de vuelta en Madrid y nos presentaba escuetamente cada corte, invitándonos a canturrear con él en «C’mon C’mon», quitándose su chaqueta mientras una áspera voz grabada introducía la sureña «Testify» (versión del tema de PARLIAMENT), y manifestando su afición a la marihuana antes de que empezara a sonar «Till The Meat Falls Off The Bone», cerrando ya el concierto.

Nashville Pussy

Precisamente este último tema del setlist fue el único que duró mucho más que los demás, extendido para que Cartwright presentara a la banda, dando a cada uno un escueto momento de protagonismo con sus instrumentos (volvemos a lo de «lo bueno, si breve…»), y para que él mismo protagonizara de nuevo su número ya habitual, vertiendo alguna bebida espiritosa en su sombrero (esta vez tocó Jack Daniels) y bebiendo parte de ella mientras el resto se derramaba, y volviendo a cubrir su ya visible alopecia con el sombrero «perfumado».

La rapidez no consistió solo en la brevedad de los temas, de los cuales «Piece Of Ass», «Snake Eyes» y «Pillbilly Blues» sonaron salvajes, «Struting Cock» aportó un ritmo muy rockanrolero, y «High As Hell» o «Going To Hell» dieron una falsa sensación de relajación, sonando algo más rítmicos. Además, las melenas tanto de la discreta y sonriente bajista Bonnie “Bon” Buitrago como de la hiperactiva guitarrista Ruyter Suys, imagen desde siempre de la banda y “jefa en funciones”, volaban al viento sin enredarse, y ambas acompañaban con buenos coros.

Aunque el sonido era bastante bueno, me costó un poco escuchar precisamente el bajo, y aunque mi posición me impedía ver con claridad al batería Ben Thomas, no me costó distinguir su brutal aporreo de los parches, sin piedad. Obviamente, con ese buen sonido tampoco costó nada disfrutar con la voz áspera y expresiva de Blaine, y sobre todo con los afilados solos de su rubia esposa. Precisamente, la electrizante guitarrista no dejó de sacudirse nerviosamente desde los primeros acordes de «Pussy Is Not A Dirty Word» hasta los bises finales, en los que acaparó casi toda la atención, haciéndose dueña y señora del escenario y de todos los presentes.

Empezó grabando al público con su móvil para enseñárselo a su mamá, para todo seguido abandonar todo atisbo de ternura y marcarse los riffs más salvajes y veloces hasta el momento. La fiesta desmadrada final llegó con la última canción, la irreverente «Go Motherfucker Go», donde Ruyter no dudó en repetir su número de darle un buen trago a la botella de Jack Daniels, usarla como púa gigante sobre las cuerdas de su guitarra, y destrozar éstas, arrancándolas con sus propias manos de macarra sureña americana, quedando «desmayada» sobre las tablas mientras sus compañeros se despedían y se iban, y siendo «rescatada» por alguien del equipo que no dudó en sacarla de allí en brazos.

Ni foto final, ni saludos extendidos desde arriba a los de abajo, ni parafernalias en forma de largos discursos convincentes, ni efectos especiales ni ropajes llamativos, ni nada parecido. Ni falta que hizo… En poco más de una hora, nos dieron exactamente lo que ofrecían: altísimo nivel de energía del más alto voltaje. Punk rock duro, salvaje, controladamente agresivo, sin adornos, pero ¡tan divertido! Por eso se llevaron un gran aplauso y ovación de un público entregado que se lo había pasado muy bien.

No es la primera vez que nos visitan y esperamos que no sea la última, y cuando vuelvan, sin duda estaremos allí, porque es diversión garantizada.

Texto: Mar Fuertes / Fotos: Fran Llorente

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